La historia de Cuba está llena de personajes peculiares, pero pocos tan macabros como José María Peraza, mejor conocido como Mataperros. Un hombre que pasó de condenado a verdugo, de ejecutor de criminales a exterminador de perros callejeros. ¿Cómo terminó su vida? ¿Por qué las madres cubanas usaban su nombre para asustar a los niños? Sigue leyendo y descúbrelo.
⚖️ De asesino a verdugo: el origen de Mataperros
Allá por el siglo XVIII, José María Peraza cayó en desgracia tras cometer un crimen atroz: asesinó a su mujer a cuchilladas. La justicia dictó su sentencia sin titubear: la horca. Pero había un pequeño problema… en Trinidad no había verdugo para ejecutar la pena. Se pidió ayuda a la vecina Santa Clara, pero el verdugo de esa ciudad falleció camino a Trinidad. 🤯
Ahí fue cuando Peraza, con tal de salvar el pellejo, propuso un trato insólito: él mismo se encargaría del oficio de verdugo. Y así, junto con otro preso, comenzó una carrera macabra como el brazo ejecutor de la justicia colonial.
🪢 El verdugo más temido de Cuba
Peraza no tardó en hacerse un nombre en su nuevo oficio. Lo nombraron Ministro Ejecutor de la Ley, lo que en buen cubano significaba que le tocaba ahorcar a todo el que estuviera sentenciado. En pleno auge del bandolerismo, su trabajo se volvió muy solicitado, y su habilidad con la soga era tal que hasta los jueces confiaban en él para despachar a los condenados.
Se dice que a veces, para asegurarse de que el ahorcado no sufriera (o quizás solo por morbo), saltaba sobre los hombros del condenado y le daba patadas en el pecho hasta que exhalara su último aliento. Una vez, la soga se rompió y verdugo y condenado terminaron abrazados en el suelo. ¡Imagínate la escena! 🤯 Algunos gritaron “¡Milagro!”, y al preso le conmutaron la pena.
Eso sí, aunque su trabajo era aterrador, Peraza tenía su lado humano. Por cada ejecución recibía 125 pesetas, pero no se gastaba el dinero en él mismo. Lo donaba como limosna a los pobres y pagaba misas por las almas de los que había ajusticiado.
🐕 Del verdugo de hombres al verdugo de perros
Después de dos décadas en el oficio, Peraza colgó la soga (en sentido figurado 😅) y cambió de trabajo. Se convirtió en el Mataperros municipal, de ahí su apodo. Su trabajo ahora consistía en eliminar a los perros callejeros de la ciudad.
A veces la cosa se ponía fea y los animales se defendían con mordidas, pero para él, después de haber ejecutado tantos hombres, aquello no era más que otro día en la oficina. Sin embargo, su fama lo perseguía: las madres cubanas usaban su nombre para asustar a los niños. Bastaba con decir “¡Ahí viene el Mataperros!” para que cualquier chiquillo se portara bien. 😱
🏚️ Los últimos días de Mataperros
En su vejez, Peraza terminó solo y olvidado. Vivía en un bohío apartado de la ciudad, sembraba lo poco que podía y dependía de la caridad de sus vecinos. Las mujeres de Trinidad le dejaban comida, pero con un detalle curioso: nunca querían verlo de frente, así que depositaban las limosnas en una cesta sin mirarlo.
Mataperros murió en 1847 a los 103 años. Fue un hombre temido, un personaje sombrío que marcó la historia de Cuba. Hoy su nombre sigue resonando como parte de ese folclore macabro que nos recuerda que, en nuestra isla, hasta la historia más oscura tiene su toque de peculiaridad.
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